El Financiero
02/05/2017
Es la distancia temporal respecto a la elección del 4 de junio en el Estado de México, Coahuila, Nayarit y Veracruz. La información disponible de encuestas y la anecdótica de operadores políticos sugieren que, al día de hoy, las gubernaturas de Coahuila y Nayarit serían ganadas por la oposición (PAN y la coalición PAN-PRD, respectivamente), los ayuntamientos de Veracruz muy competidos entre Morena, el PAN y el PRI (depende la zona) y, en el caso del Estado de México, aunque la contienda está empatada entre tres, el candidato triunfador podría ser —por muy escaso margen— del PRI.
Los números son preliminares: las encuestas siguen mostrando más de 20 por ciento de indecisos, sea porque se trata de voto oculto o de castigo o de personas que siguen sin saber por quién votarán. Muchos otros simplemente están desapegados de la política y no votarán.
La importancia del Estado de México es obvia y funge —en el caso del PRI— como boleto de entrada a la competencia de 2018: si éste pierde la elección, estará simbólicamente fuera de la contienda y el PAN se convierte, ipso facto, en el gran retador de AMLO. (La de 2018 será muy probablemente una elección de dos, como en 2006).
En el caso de que Morena perdiese, ya sea frente al PRI o el PAN, ello no descalifica a López Obrador para 2018 —y puede incluso energizar y aun radicalizar a su base de apoyo—. Algunos analistas y aun miembros de ese partido piensan que a López Obrador no le conviene ganar el Estado de México: de la toma de protesta de gobernador el 15 de septiembre de 2017 al día de la jornada el 1 de junio de 2018, transcurrirán más de ocho meses que pueden ser dinamita pura para Delfina Gómez —sin la experiencia y la malicia para hacer gobernable una entidad de esa magnitud—. Sólo imaginar que en pocos meses
—con un retiro estratégico del gobierno federal— la entidad puede entrar en un caos y ser factor de vulnerabilidad para López Obrador: “Miren cómo tiene el Edomex y así quiere gobernar a todo el país”, sería la idea eje de sus adversarios.
Una pregunta central es qué ocurrirá la mañana del lunes 5 de junio si el PRI gana Edomex. La primera cuestión es el margen. Si es mayor a cinco puntos, el conflicto postelectoral se diluye. Si es menor y Morena llega en segundo lugar, la irrupción, estridencia y demandas de anular la votación serán significativas. Recordar que la legislación electoral establece que una elección es anulable cuando la distancia entre los contendientes es menor a cinco puntos y se acredita rebase de topes de campaña o fondeo con recursos ilegales o adquisición de cobertura informativa (todo lo cual ocurre de manera regular en casi todas las campañas de gobernador).
¿Se radicalizarían AMLO y Morena? ¿Llevarían el conflicto a las calles de manera sostenida? Un primer escenario así lo sugiere: no sólo porque argumentarán que la elección es ilegítima por el apoyo que han denunciado del gobierno federal, sino porque sería parte de una táctica hacia 2018: encender la alerta de que el gobierno quiere ganar “a la mala”, como dice comúnmente AMLO.
Otro escenario es que —al igual que en Veracruz— AMLO no genere conflicto poselectoral porque simplemente su prioridad no es ganar sino llegar cerca y fortalecer su persona hacia 2018. En el Estado de México ya lo logró porque Delfina, en el peor escenario, quedaría en tercer lugar con más de 25 por ciento de la votación y probablemente ocupe la segunda posición en caso de no ganar.
Si Delfina gana, el efecto inmediato será —a los ojos del gran público— la coronación simbólica de AMLO para 2018, quien será visto como el próximo presidente de México. El efecto búfalo se acrecentará y los mercados financieros reaccionarán con temor y cautela. López Obrador, con el triunfo en la mano, sería más conciliador y estaría obligado a calmarlos, quizá con el anuncio de sus colaboradores en materia económica o con un mensaje de que será respetuoso de la estabilidad macroeconómica y de las reformas estructurales. ¿Sería posible eso?
Pero el efecto posterior de un triunfo de Morena en Edomex puede ser muy conflictivo. Es previsible que la violencia en la entidad aumentaría, así como los problemas regionales y políticos (así ha ocurrido en muchos estados con alternancia y en el caso de Edomex podría magnificarse). La relación con el Congreso, donde Morena carece de legisladores (la elección de diputados es el próximo año), podría ser compleja y tirante. Cada error o conflicto sería magnificado para mostrar a la gente lo riesgoso para México de que Morena gobierne a nivel nacional.
Finalmente, si el PAN gana en el Estado de México se moderan los riesgos de ambos escenarios. No habría conflicto postelectoral aunque AMLO acusaría que la “mafia del poder” confabuló para eliminar a Morena, y el cambio de gobierno sería más terso (el PAN ha gobernado muchos ayuntamientos y cuenta con un grupo parlamentario en el Congreso local). El triunfo del PAN en Edomex también descarrilaría al PRI como contendiente en 2018 y el PAN se fortalecería a los ojos de la gente. Sería la única apuesta relevante de quienes temen un gobierno de López Obrador. La percepción de un triunfo inevitable de AMLO en 2018 se matizaría.
Twitter: @LCUgalde